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Los pseudo Ramón Llull
Las ediciones críticas de obras de Ramón Llull empiezan siempre aportando pruebas de la autenticidad luliana de cada texto, ya que la historia de la transmisión de los escritos de Ramón presenta una cantidad muy considerable de atribuciones falsas. Se trata de un fenómeno que afecta a muchos de los grandes escritores de los siglos XIII y XIV, como Arnaldo de Vilanova, santo Tomás de Aquino o san Buenaventura. En el caso de Ramón Llull llama la atención la vitalidad y la importancia cultural que tienen las obras de tema alquímico que circularon bajo su nombre a partir del siglo XIV.
Así, la Llull DB ofrece tres listas separadas de escritos de Ramón Llull: 1. Obras del Ramón Llull histórico; 2. Obras del seudo-Ramón Llull alquimista, y 3. Obras de temas variados, falsamente atribuidas a un Ramón Llull impreciso.
El Ramón Llull histórico o auténtico se reconoce a través de indicadores internos de la obra (como la presencia de los mecanismos del Arte, con su terminología y su evolución cronológica), a través de las menciones en los antiguos catálogos e inventarios de obras lulianas, y gracias a las propias referencias del beato a obras suyas; todos estos elementos ayudan también a establecer la cronología de su inmensa producción. Por ello la Llull DB recoge toda la información disponible relacionada con los catálogos, los inventarios y las autocitaciones.
Para empezar a distinguir al personaje histórico documentado de los otros escritores que comparten su nombre, hay que tener presente que el Ramón Llull mallorquín, autor del Arte, no fue un alquimista, porque negaba explícitamente la legitimidad de la transmutación de los metales y las técnicas que la rodean, pero que existe otro Ramón Llull, creado con mucha habilidad por algunos autores anónimos de los siglos XIV y XV, que supuestamente redactó obras sobre la piedra filosofal y el elixir, y que fabricó oro alquímico.
La explicación que se da, muy frecuente en el siglo xiii, es que los alquimistas son unos farsantes y unos estafadores que se aprovechan de la credulidad y de la sed de riqueza de los poderosos: “―Señor ―dijo Félix al filósofo―, según vuestras palabras, parece que digáis que imposible cosa sea hacer trasmutación de un elemento en otro, ni de un metal en otro, según el arte de alquimia; pues decís que a ningún metal apetece mudar su ser en otro ser; pues si mudara su ser en otro ser, no sería aquel mismo ser que amaba ser. Bien he entendido todas vuestras razones y todas vuestras semblanzas; mas de una cosa me maravillo fuertemente, que es saber cómo se puede tener tan gran afición al arte de la alquimia, si el arte no es verdadera”.
Ramon Llull, Llibre de meravelles, ed. Anthony Bonner; col. Lola Badia, Antònia Carré i Eugènia Gisbert, "Biblioteca Barcino" 11 (Barcelona: Editorial Barcino, 2017), p. 197
La alquimia seudoluliana disfrutó de un gran prestigio en los siglos XVI y XVII, y la fama del Ramón Llull auténtico que llegó a Descartes, Leibniz o Newton era indisociable de los escritos alquímicos. El fenómeno se explica por el éxito de las antologías que publicó Lázaro Zetzner en Estrasburgo, uno de los episodios más notables del lulismo en los tiempos del Barroco.
Los otros falsos Ramones encabezan escritos de temas muy variados: sobre la inmaculada concepción de María, sobre la cábala judía, sobre cartografía y navegación, sobre destilación de perfumes y cordiales, etc. Las falsas atribuciones contribuyeron a confundir los términos de las violentas polémicas en torno a Ramón Llull, desde el siglo XIV al XVIII.
La valoración erudita de la figura de Ramón Llull a partir del siglo XIX y, sobre todo, el papel que le otorgaron los románticos como padre de la literatura catalana hicieron que su figura histórica entrase a formar parte de la imaginación novelesca. La ficción literaria de los siglos XIX y XX, pues, ha forjado aún nuevos Ramones, que a veces recuperan, con más o menos fortuna, antiguas leyendas, como las alquímicas, las relativas a la conversión a causa de un desengaño amoroso, o la del martirio en Túnez.