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Árbol de ciencia
El Árbol de ciencia, escrito en Roma entre 1295 y 1296, es una versión del Arte en forma de enciclopedia, destinada a un público no universitario. La diferencia respecto a los repertorios medievales que contienen todo el saber, como los que escribieron Bartolomé el Inglés o Vicente de Beauvais en el siglo xiii, radica en que Llull no recorre a catálogos sistemáticos de datos (por ejemplo, listas de constelaciones, de animales acuáticos o de figuras retóricas), sino que describe el entramado de principios generales que explica la multiplicidad de lo real. Su enciclopedia permite ‘deducir’ los contenidos concretos del saber gracias a que el Arte es un método único para todas las ciencias. En este sentido, el Árbol de ciencia es una ‘nueva’ enciclopedia, que se despliega a través de un peculiar simbolismo arbóreo.
La obra está dividida en dieciséis árboles. Los dos últimos tienen una función complementaria: son el Árbol ejemplifical y el Árbol cuestional. El Ejemplifical proporciona narraciones, proverbios y semblanzas o metáforas relacionados con el contenido de los árboles iniciales, mientras que el Cuestional, que prácticamente duplica la extensión de la obra, replantea toda la materia en forma de preguntas, algunas de las cuales traen respuestas específicas muy aclaradoras, y otras remiten al lugar correspondiente de la parte anterior.
Si los árboles Ejemplifical y Cuestional tienen una función sobre todo didáctica, los catorce primeros ofrecen una visión de conjunto articulada de la realidad, empezando por los seres inertes y acabando con Dios. El punto de inflexión es el Árbol celestial, donde se explica cómo los principios divinos, las dignidades, hacen descender de arriba a abajo sus influencias sobre las cosas del mundo sublunar dotándolas de vida. Así, el Árbol elemental describe la naturaleza de la materia (que en el siglo xiii quería decir el origen y las relaciones entre el fuego, el aire, el agua y la tierra); el Árbol vegetal analiza las funciones vitales de la alimentación y de la reproducción; el Árbol sensual presenta los sentidos de los animales y de los hombres; el Árbol imaginal investiga la función representativa a través de los datos de los sentidos; el Árbol humanal despliega las facultades superiores del alma racional; el Árbol moral es un tratado bimembre sobre las virtudes y los vicios; el Árbol imperial estudia los estamentos sociales, el derecho y las formas de gobierno; el Árbol apostolical analiza la estructura de la Iglesia y el derecho canónico. El Árbol celestial explica qué son las esferas, el zodíaco y los planetas desde la perspectiva de un cosmos geocéntrico, presidido por la divinidad infinita. Los cinco árboles restantes tratan de seres puramente espirituales; son el Árbol angelical; el Árbol eviternal, que habla del paraíso y del infierno; el Árbol maternal, sobre la virgen María; el Árbol cristianal, sobre el Dios Hijo encarnado, y el Árbol divinal, que aborda la teología.
Cada uno de los dieciséis árboles presenta una estructura interna homóloga, de manera que la presentación de todas las ramas del saber se despliega armónicamente, mostrando las interrelaciones y los vínculos entre los diversos niveles de la realidad: así, todos los árboles empiezan con una descripción de los principios generales de cada sector del saber, unos principios que siempre son los mismos, es decir los del Arte. La estructura simbólica de esta homología tiene siete partes: raíces, tronco, ramas, ramos, hojas, flores y frutos. Se trata de un desarrollo creativo de Ramón a partir de una receta escolar de tradición aristotélica.