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El Arte
El Arte nació como un método para la conversión de los infieles. Llull se había dado cuenta de que los métodos tradicionales basados en la autoridad de los textos sagrados eran inútiles. Se trataba de métodos que inevitablemente desembocaban en discusiones inacabables sobre cómo había que intepretar aquellos textos; eran unas discusiones que no solo no satisfacían a nadie, sino que permitían que cada cual quedara convencido de que su interpretación era la única posible. Llull decidió sustituir estas ineficaces discusiones hermenéuticas por un sistema basado en principios generales aceptables en las tres religiones. Las tres, por ejemplo, coincidían en la existencia de un solo Dios necesariamente bueno, grande y eterno, que, además, poseía estas cualidades en el mayor grado posible. Las tres religones también admitían el mundo físico de la ciencia griega, así como el marco conceptual de la lógica y de la metafísica aristotélicas. Por eso Llull creó un método para combinar estos y otros conceptos considerados generalmente aceptables con la intención de mostrar, entre otras cosas, qué combinaciones eran concordantes unas con otras y cuáles no. Este método implica una técnica combinatoria capaz de generar argumentos para confirmar o desmentir una suposición original (o, en último término, para refutar la negación, de tal manera que confirme su veracidad). La suposición puesta a prueba podía ser un artículo de fe, cualquier otro punto de la doctrina o, incluso, una pregunta relacionada con la filosofía, la medicina, el derecho, o cualquier otro campo del conocimiento coetáneo. Un método como este no solo tenía aplicaciones más generales, sino que, como Llull comprobó en seguida, su alcance general lo transfomaba en una herramienta de persuasión, ya que lo convertía en una trampa para los adversarios que aceptaban consideraciones aparentemente inocuas tras las cuales se escondían implicaciones doctrinales insospechadas.
El Arte tiene dos fases, la cuaternaria y la ternaria, llamadas así porque la mayoría de sus componentes básicos son respectivamente múltiplos de cuatro o de tres. En la etapa cuaternaria, los argumentos lulianos se basaban en las típicas comparaciones neoplatónicas, en que la bondad, la grandeza, la virtud, etc., concordaban con el ser, y sus contrarios con el no-ser o la privación. Esta técnica comparativa se puede extender a las analogías entre los diferentes niveles del ser y también a los exempla de las obras narrativas de Llull, mayoritariamente producidas durante este período. En la fase ternaria sus argumentos se basaban en definiciones como “Bondad es aquello por cuya razón lo bueno hace el bien”, y “Grandeza es aquello por lo cual bondad, duración, etc. son grandes”. Estas definiciones aparentemente tautológicas, de hecho, corresponden a una realidad dinámica en la cual lo que una cosa hace es casi más importante que lo que es, un dinamismo que se articula mediante la doctrina de los correlativos de Llull. Estas definiciones eran, además, unívocas, puesto que eran aplicables indistintamente al mundo divino o al mundo creado. Por eso se podía aplicar la combinatoria de Llull a la creación de argumentos por medio de la mezcla de estas definiciones.