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Lulismo
La necesidad de distinguir rigurosamente entre Ramón Llull y los seudo-Ramón Llull no se manifestó hasta las aportaciones de la crítica positivista, iniciadas en el siglo XVIII con las Vindiciae Lullianae (1778) del padre A. R. Pasqual y los ocho tomos monumentales de la edición latina de Maguncia ―aunque el editor de esta serie, Ivo Salzinger, todavía tomaba en consideración aspectos de la alquimia seudoluliana. No es, pues, hasta los siglos XIX y XX que la posteridad de Llull toma un cariz científico y académico: desde el volumen 29 de la Histoire Littéraire de la France de É. Littré y de B. Haureau (1885), a las investigaciones bibliográficas de E. Rogent y E. Duran, a las historicoliterarias de A. Rubió i Lluch y J. Rubió i Balaguer, a las filosóficas de los hermanos Carreras i Artau, a la fundación del lulismo contemporáneo por F. Stegmüller (Raimundus-Lullus-Institut, de la Universidad de Friburgo de Brisgovia, en Alemania) y a la fundación de la revista Studia Lulliana por S. Garcías Palou.
La recepción de Llull desde el siglo XIV hasta la actualidad no se puede presentar de forma lineal, dada la diversidad de campos y de núcleos de actividad que implica el lulismo.
Los primeros contactos estrechos en París, Pedro de Limoges y Tomás Le Myésier, fueron fieles intérpretes del espíritu del maestro; el segundo impulsó una valiosa labor de recopilación y difusión del pensamiento de Ramón, que ha dado lugar al Breviculum, un códice de lujo, enriquecido con miniaturas, y al Electorium magnum, que es un amplio manual de lulismo (con antología incorporada), basado en las Artes de la segunda fase. Son dos herramientas que hoy se consideran tan imprescindibles como los mismos originales de Ramón.
El hecho de que otros discípulos del siglo XIV usaran desde Cataluña y Valencia el nombre de Llull para producir textos apócrifos de cariz espiritual, mal vistos por la jerarquía eclesiástica, desencadenó la persecución implacable del inquisidor dominico Nicolás Eimeric. El año 1376 el Arte de Ramón fue condenada en la corte pontificia de Aviñón y en 1390, en la Universidad de París. A pesar de la sentencia absolutoria de 1416, la sombra de la heterodoxia pesó sobre Llull durante todo el siglo XV y marcó significativamente la transmisión de su obra. Es por esta razón que los primeros teólogos de envergadura que se sienten herederos de Llull, como Ramón Sibiuda o Nicolás de Cusa, opten por silenciar el nombre del maestro.
Conocemos la existencia de escuelas lulianas en Mallorca y en Barcelona, fundadas en el siglo XIV y activas a lo largo del XV. Eran centros de referencia bibliográfica y lugares de enseñanza, donde trabajaron intérpretes de obra conocida, como Pedro Daguí. Consta que en los tiempos fundacionales, en plena persecución inquisitorial, estas escuelas estaban autorizadas a enseñar el Arte aplicada a la medicina, la astronomía y la filosofía, con la exclusión de la teología.
El cardenal Jiménez de Cisneros (1436-1517) fundó una cátedra de filosofía y teología luliana en la Universidad de Alcalá, que inició la tradición de un persistente lulismo español en el Siglo de Oro. Así, la corte de los Austrias se comprometió con la causa de la canonización de Ramón; en otro orden de cosas, el arquitecto que planeó el Escorial para Felipe II, Juan de Herrera, se interesó por aspectos geométricos del Arte en su obra Tratado del cuerpo cúbico conforme a los principios y opiniones del Arte de Raimundo Lulio (1582).
La herencia teológica y metafísica de Llull también se difundió en la Europa del Renacimiento, a través de la huella que dejó el Arte en filósofos como Nicolás de Cusa. También es un fenómeno de principios del siglo XVI la transformación de Ramón en un místico, desprovisto de dimensión intelectual, pero asistido por la gracia. Así es como aparece Ramón en la obra de ciertos humanistas parisinos como Jacques Lefèvre d’Étaples o Charles de Bouvelles. El interés de los humanistas por Llull se manifiesta en la proliferación de ediciones incunables y del siglo dieciséis publicadas en Francia e Italia, donde hay diversos núcleos activos de discípulos del beato desde el siglo XV, por ejemplo en Padua.
En la Europa del siglo XVI se apreció, sin embargo, sobre todo la dimensión totalizadora del sistema luliano, como método integrador de todos los saberes, en la línea del enciclopedismo de Pierre de la Ramée (1517-1572) y de Guillaume Budé (1468-1540), que buscaban los perfiles de una ciencia única, convencidos de que todas las disciplinas del saber presentan convergencias entre sus componentes, y que es posible establecer puentes de comunicación entre ellas. Los numerosos comentaristas de Llull en el Renacimiento y el Barroco son testigos del interés del Arte como creación dialéctica y retórica: Bernardo de Lavinheta, Explanatio compendiosaque applicatio Artis Raymundi Lulli (1523); Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim, In Artem brevem Raymundi Lulli (1533); Pierre Grégoire, Syntaxis Artis mirabilis (1583-1587); Johann Heinrich Alsted, Clavis artis lulliane (1609); Athanasius Kirchner, Ars magna sciendi (1669). Uno de los lulistas más singulares de este período es el controvertido filósofo Giordano Bruno (1548-1600), autor de diversos opúsculos sobre Ramón, que fueron recogidos en la compilación de materiales lulianos y seudolulianos, mezclada con textos interpretativos, destinada a fijar la imagen oficial de Llull durante más de un siglo: la antología de obras lulianas editada por Lázaro Zetzner en Estrasburgo el año 1598 y reimpresa repetidamente en el siglo XVII. (Véase: Raimundus Lullus, Opera. Reprint of the Strasbourg 1651 edition, intr. Anthony Bonner, “Clavis Pansophiae. Eine Bibliothek der Universalwissenschaften in Renaissance und Barock” 2,1 (Stuttgart-Bad Cannstatt: Frommann-Holzboog, 1996).
Las tomas de posición a favor o en contra de Llull de los pensadores más famosos del XVII parten, pues, de la selección mencionada, que condiciona tanto el rechazo de Descartes, como el entusiasmo de Leibniz; consta que Isaac Newton tenía en su biblioteca un ejemplar de la antología luliana de Zetzner. Desde esta misma fuente Leibniz valoró positivamente el Ars combinatoria como método de mecanizar los fundamentos del conocimiento y de distinguir infaliblemente la verdad de la falsedad. Llull representó el punto de referencia constante en el proyecto de construir una lengua universal fundamentada en una ciencia general lógico-deductiva y ligada a una enciclopedia generativa, en el cual se trabajó durante los siglos XVII y XVIII.
Cuando aparecen los primeros manuales de historia de la ciencia medieval a principios del siglo XX, el nombre de Llull ocupa un lugar entre los maestros del siglo XIII (san Alberto, santo Tomás, Roger Bacon...), pero hay que esperar hasta la segunda mitad del siglo para que se llegue a explicar operativamente en qué medida la ciencia luliana depende del Arte y como se insiere en el contexto intelectual de sus días. Lo han hecho posible los estudios de F. Yates, R. Pring-Mill, A. Bonner, con aportaciones sustanciales de M. Pereira, J. Gayà, F. Domínguez, J. M. Ruiz Simon y de los historiadores barceloneses de la tradición árabe, J. M. Millàs, J. Vernet y J. Samsó. Es también en la segunda mitad del siglo XX que la crítica ha perfilado el papel de la lógica luliana y el valor de su ontología. Charles Lohr, concretamente, considera a Llull uno de los fundadores de la metafísica de los tiempos del Renacimiento. Las aportaciones de los historiadores, como J. N. Hillgarth, han sido fundamentales para fijar el perfil del Ramón Llull documentado.
Un aspecto importante de los estudios actuales sobre Ramón Llull son las ediciones críticas de sus obras. Las latinas se publican en la serie de las ROL (Raimundi Lulli Opera Latina, Corpus Christianorum. Continuatio Medievalis de la editorial Brepols, Turnhout, Bélgica) y las catalanas en la serie de las NEORL (Nova edició de les obres de Ramon Llull, Patronat Ramon Llull, Palma de Mallorca-Barcelona). Las ROL han llegado al volumen 38 el 2017; se trata de ediciones de las obras más tardías de Llull, puesto que se van publicando en orden cronológico inverso (la edición de Maguncia del siglo XVIII ofrece tan solo las obras tempranas). Las NEORL han llegado al volumen 15 el 2018 y complementan la serie de 21 tomos de las ORL (Obres Originals de Ramon Llull, que se publicaron en Palma de Mallorca entre 1906 y 1950).
Cada año aparecen en todo el mundo estudios lulísticos de todas las orientaciones que son en su mayoría recogidos y reseñados en el boletín bibliográfico de la revista Studia Lulliana.
Véase: Tomàs y Joaquim Carreras Artau, Historia de la filosofia espanyola. Filosofia cristiana del segle xiii al xv, edición facsímil, vol. 2 (Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 2001): la historia del lulismo ocupa las pp. 9-437; Del frau a l’erudició. Aportacions a la història del lul·lisme dels segles xiv al xviii = Randa, 27 (Barcelona, Curial Edicions, 1990).