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Retórica nueva
Esta obra, escrita en 1301 en catalán, pero conservada únicamente en una versión latina de 1303, ofrece consejos y reglas para producir discursos. Llull reelabora la tradición según sus necesidades y considera que la retórica, una de las disciplinas obligatorias del currículum escolar medieval, tiene cuatro partes, que son: el orden, la belleza, la ciencia y la caridad. Estas etiquetas no corresponden a las de la tradición latina general (‘inventio’, ‘dispositio’, ‘elocutio’, ‘ornatus’, ‘actio’), pero recogen muchas recetas conocidas, al lado de propuestas innovadoras, como la del apartado de ciencia, que consiste en recomendar a quienes utilicen la retórica que aprendan el Arte de Ramón, porque es el fundamento de todo el saber.
La parte más interesante de la Retórica nueva es la que lleva por título ‘belleza’, puesto que Ramón explica cuál era su concepto de lo que hoy en día llamamos literatura. Según Ramón conviene, en primer lugar, que las palabras sean bellas en ellas mismas, es decir por su significado y no por su sonoridad (‘verdad’ y ‘generación’ son bellas palabras y ‘falsedad’ y ‘corrupción’ son feas). En segundo lugar, es necesario que los conceptos del discurso, los principios que se defienden, sean bellos, como cuando se habla de las dignidades divinas o de las virtudes morales. Siguen la importancia de las comparaciones y de los ejemplos bellos, la noción de la adecuación de la ornamentación con el contenido y de la correcta articulación del discurso, y, finalmente, la recomendación de situar al principio del sermón proverbios bien elegidos. Ramón Llull incluye algunos ejemplos narrativos como muestra de su teoría.
Como se ve especialmente en el apartado de la caridad, la bondad y la belleza de la retórica dependen esencialmente de la actitud moral de quien la utiliza y de la finalidad que quiere dar a su discurso. Llull, que había renegado de la poesía trovadoresca, mundana y perversa, sabía muy bien que la retórica es una herramienta de persuasión poderosa: quien la utiliza ha de hacerlo al servicio de la verdad, del bien y del honor de Dios. En tal caso, el discurso retórico será un discurso bello. El Arte de Ramón prueba que será, además, un discurso objetivamente bello.