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Visión trinitaria del mundo
El Arte general constituye un modelo, difícilmente superable, de un tipo de metafísica ejemplarista y descendente que, partiendo de Dios, busca sus huellas en el mundo. En Llull, como en Platón, el mundo visible se apoya sobre el invisible; los bienes ‘inferiores’ (jusans), en el Bien ‘soberano’. Arriba está Dios con sus dignidades. Abajo, el mundo, hecho por Él a imagen de las dignidades. El vínculo de unión entre estos dos mundos no es otro que las mismas dignidades divinas. Como las ideas de Platón, las dignidades son a la vez principios del ser y del conocer (principia essendi et cognoscendi). Puesto que denominan a Dios respecto del mundo pueden ser atribuidas, analógicamente, a uno y a otro. Pocos sistemas medievales se han acercado tanto como el de Llull al modelo platónico y hegeliano de una lógica que sea a la vez una ontología. El orden del ser y el orden del pensamiento coinciden en Dios, cuyo pensamiento creador contiene idealmente todo lo que es real. Por ello esta ontología luliana es también una teología.
Si Dios es, pues, la tesis primera y fundamental del pensamiento luliano, es normal que el movimiento de este pensamiento vaya más bien de arriba a abajo, de Dios al mundo. Y, de hecho, Llull entiende en último término el mundo desde Dios, como un sistema de huellas y de imágenes de su perfección infinita. ‘Este mundo es imagen por la cual es significada la gran bondad y nobleza de Dios’ (Libro de maravillas, VIII, c. 53). Sin embargo, aunque ciertamente el movimiento básico y predominante en Llull es el que va de arriba a abajo, no falta tampoco el movimiento contrario, el que va de abajo a arriba. Esta alternancia del ascenso y el descenso, típica de nuestro autor, encuentra su expresión más acabada en el Liber de ascensu et descensu intellectus, donde Llull describe las escaleras por las cuales el entendimiento asciende de lo sensible a lo inteligible y baja de lo inteligible a lo sensible.