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Llull y la lengua catalana

Ramón Llull escribió en catalán dos obras narrativas extensas, el Blaquerna (1283) y el Libro de maravillas (1287-1288), y en occitano un cierto número de obras rimadas (a partir de 1274): es el primer gran autor literario polifacético de la historia de las letras catalanas. A pesar de lo que han dicho de él algunos críticos de los siglos xix y xx, no es correcto enfatizar esta circunstancia afirmando que es ‘el Dante catalán’, puesto que Llull siempre concibió la literatura como un instrumento de divulgación de su mensaje artístico cuando se dirigía a un público determinado. Si el público leía novelas, pongamos por caso, él ofrecía una ‘nueva’, como un anzuelo para atraerlo y llevarlo dulcemente hacia la ciencia que salva. También utilizó el catalán para su primera obra monumental, el Libro de contemplación, que pertenece a un género mixto, entre la literatura y el tratado, en parte equiparable a una enciclopedia. En catalán redactó un texto de polémica religiosa, el Libro del gentil, compilaciones de proverbios, un tratado de medicina y uno de astronomía, libros de filosofía y de lógica, y el Árbol de ciencia, que se presenta como una vía dinámica de acceso a todas las ramas del saber. La utilización del catalán para la difusión de la ciencia está bastante documentada en la Corona de Aragón en los siglos xiv y xv. Desde este punto de vista Llull solo se habría avanzado algunas décadas a una explosión de grandes dimensiones, estimulada por la potencialidad receptora del público urbano. Las obras de contenido moral y catequético, como el Blaquerna y la Doctrina pueril, por otro lado, también reclaman una sensibilidad receptora particular, la de las inquietudes espirituales de los laicos. El propio Llull se contaba entre los ‘laicos religiosos’ que, sin renunciar a su condición de hombres de mundo, habían experimentado alguna forma de conversión.

El mismo pragmatismo que hizo de Llull un pionero en el uso del catalán como vehículo total de comunicación cultural, le sugirió potenciar las versiones de sus obras en otras lenguas románicas o hacer circular en latín la mayor parte de sus escritos. El plurilingüismo es, en efecto, uno de los rasgos más destacables de la personalidad intelectual de Llull, que empezó escribiendo en árabe (no se ha conservado, sin embargo, ningún testimonio escrito en este idioma) y supo combinar las diversas lenguas de sus posibles lectores.

En cualquier caso, Llull es un gran escritor, en el sentido de que produjo una prosa sintácticamente consistente y enriquecida por un extensísimo repertorio léxico a la vez literario, científico y filosófico, sin dejar de lado los neologismos propios de su sistema de pensamiento. Se trata de un fenómeno insólito en una tradición lingüística que apenas empezaba a poder exhibir traducciones de obras devotas, históricas y científicas, y relatos cronísticos de mayor o menor ambición. Contrariamente al referente dantesco, no obstante, conviene poner de relieve que el inmenso esfuerzo luliano no representó el inicio de una influencia continuada ni el punto de partida real de una historia cultural. La singularidad del proyecto artístico y los azares de la transmisión hicieron que la historia de las letras catalanas medievales se construyera por otros caminos.

Véase: Josep M. Nadal y Modest Prats, Història de la llengua catalana1, Dels inicis al segle XV (Barcelona: Edicions 62, 1982), pp. 302-356.