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La nueva literatura

El conjunto de las novelas, los poemas, los aforismos, los proverbios y los ejemplos producidos por Ramón Llull, sobre todo en lengua catalana (pero no exclusivamente), pertenecen al campo de lo que desde principios del siglo xix se suele llamar literatura. Por eso se habla del Libro de Evast y Blaquerna, del Libro de maravillas, del Desconsuelo (Desconhort) y del Canto de Ramón en las historias de la literatura catalana; por ejemplo, en las de Jordi Rubió y de Martí de Riquer. Sin embargo, hay que tener presente que para Llull la literatura no es un objetivo en ella misma, vinculada a un entorno nacional y a una opción lingüística: no es en absoluto comparable a la operación que llevó a cabo Dante Alighieri fundando la literatura italiana en los albores del siglo XIV.

Para Llull la literatura es un envoltorio expresivo y persuasivo de contenidos didácticos universalmente válidos, apto para transmitir un único mensaje salvífico. Las lenguas de comunicación (el árabe y las diversas lenguas de los infieles; el latín y las diversas lenguas de los cristianos), de la misma manera que las formas literarias, se convierten en instrumentos de difusión del Arte, que, por su parte, se expresa en un lenguaje propio que se ayuda de alfabetos, figuras geométricas y tablas.

Las novelas, los poemas, los aforismos, los proverbios y los ejemplos lulianos (con algunas excepciones, como el Planto de la Virgen o el Libro de las bestias) son tan diferentes de las obras de la tradición románica coetánea en su intencionalidad, que se les pueden aplicar las denominaciones de “nueva literatura” o de “literatura alternativa”, de acuerdo con dos sugerencias terminológicas vinculadas al Arte. En primer lugar, la atribución llevada a cabo por el mismo Llull del adjetivo “nuevo-nueva” a las disciplinas del repertorio vigente en el siglo xiii, una vez las había adaptado a su sistema: la lógica nueva, la geometría nueva, la astronomía nueva, la retórica nueva, que constituyen globalmente una nueva ciencia. En segundo lugar, la propuesta de Anthony Bonner de presentar el Arte como una “autoridad alternativa”, capaz de regular todas las ciencias y saberes que permiten conocer la realidad.

La tentativa de encontrar una denominación descriptiva e inmediatamente explícita del tratamiento de que Llull hace objeto a lo que modernamente entendemos por literatura arranca de dos aportaciones críticas fundamentales: la reducción de la literatura luliana a simple “expresión literaria”, establecida por Jordi Rubió, y la feliz propuesta descriptiva de Robert Pring-Mill, que define los “recontamientos” y los “proverbios” del “Árbol ejemplifical” como una singular “transmutación de la ciencia en literatura”, que Ramón presenta como mecanizable.

Si Llull escribió dos novelas entre 1283 y 1289 es porque en aquellos años vivía en un ambiente, en Mallorca, en Montpellier y en París, en el que los lectores de novelas le parecían una parte importante de la población. La novela era, pues, un vehículo de difusión masiva de ideas. Más tarde, a partir de 1300, Ramón utilizó para la divulgación de su Arte un vehículo aún más masivo: la predicación; y también aquí introdujo alteraciones, de manera que se puede hablar de una nueva predicación luliana.

De joven, Llull había practicado la poesía trovadoresca y durante muchos años abominó de los poetas (los llama juglares y no distingue entre los que componen los textos y los profesionales del espectáculo que los divulgan). Así, en el capítulo 118 del Libro de contemplación, acusa a los juglares de promover la violencia y propiciar las malas costumbres. Si, a pesar de todo, acabó escribiendo algunos poemas memorables, fue porque el yo que habla en primera persona en la poesía lírica le permitía dar vida al personaje de Ramón Llull, el procurador de los infieles, que después de la conversión a la penitencia y el hallazgo del Arte, lo había dado todo por el honor de Dios y por la difusión de la buena nueva de su método de conocimiento y persuasión.

Novell saber hai atrobat,
pot-ne hom conèixer veritat
e destruir la falsetat.
Sarraïns seran batejat,
tartres, jueus e mant errat,
per lo saber que Déus m’ha dat.

[Una nueva ciencia he hallado,
puédese con ella conocer la verdad
y destruir la falsedad:
serán los sarracenos bautizados,
tártaros, judíos y muchos errados,
por el saber que Dios me ha dado.]

(Canto de Ramón)